Siria: El tablero plantea ahora una coalición de Estados

Tras el no del Parlamento británico, por 13 votos, a que Reino Unido participe en una eventual intervención sobre Siria como respuesta al ataque con armas químicas sobre población civil en Damasco, cuya autoría investiga la ONU, EEUU se queda más solo.

De nada sirvió que David Cameron se desmarcara de Tony Blair y apuntara que la situación actual no tiene nada que ver con la guerra de Irak en el fondo [las armas de destrucción masiva que, según el trío de las Azores, guardaba el régimen de Sadam Hussein nunca aparecieron]  ni en la forma [en ningún caso se plantea una guerra total que concluya con el derrocamiento de Bassar Al Assad].

El recuerdo de los efectos de la guerra en Irak (inmerso en un conflicto sectario y en la partición, de facto, del país) y la negociación en Afganistán con los ‘señores de la guerra’ ha obligado a reducir la maquinaria de propaganda activada para justificar una intervención militar sobre Siria. Ni las imágenes de los ataques contra población civil, que ayer mismo difundió la BBC, ni las afirmaciones de que el régimen sirio está traspasando las líneas rojas que fijó Barak Obama en su campaña por la reelección parecen convencer a la opinión pública de los Estados que se están planteando la intervención y a sus representantes, menos dispuestos hoy que hace 10 años en liderar una acción militar sobre Siria contra la opinión de sus respectivas ciudadanías.

Tras el revés del Parlamento británico, las dudas manifestadas por países como Alemania o Italia y el no de la OTAN a participar en una eventual operación militar sobre Siria, Barak Obama se enfrenta a una intervención liderada por EEUU y apoyada por los países árabes (de mayoría suní, que quizás están pensando más en cómo minar la influencia de Irán que en el bienestar de la población siria), Canadá y, con muchos matices, por Francia.

François Hollande, que tras conocer el ataque con armas químicas en Damasco se mostró abiertamente belicista, comenzó ha rebajar el tono y a plantear una respuesta de la comunidad internacional. Tal vez tenga que ver en este cambio de posición los sondeos conocidos, que señalan que los franceses no están de acuerdo con una participación de su país en la coalición internacional que estaría diseñando EEUU. Según un sondeo del diario Le Parisien, el 64% se opone a la intervención militar en Siria que cuente con la participación gala.

Otro revés para la Administración Obama y, sobre todo, para su secretario de Estado, John Kerry, que este viernes presentó el informe, elaborado por EEUU, que confirmaría que Al Assad usó armas químicas contra la población civil. En una comparecencia ante los medios, aseguró que el ataque con armas químicas es «claro e innegable», que Washington sabía todo lo que había pasado y que se guarda la posibilidad de intervención de acuerdo a sus valores e intereses:

Kerry intentó desmarcarse de Irak y estableció diferencias entre ambas operaciones, asumiendo, de paso, las dificultades de EEUU para mostrarse convincente con el recuerdo de las mentiras de la Administración Bush presente: «Después de una década de conflictos, el pueblo estadounidense está cansado de la guerra. Créanme, yo también. Pero, la fatiga no nos absuelve de nuestras responsabilidades. La Historia nos juzgará si cerramos los ojos».

Ésta fue la misma tesis defendida poco después por el presidente de EEUU, Barak Obama [«Sé muy bien que el mundo en general está cansado de la guerra. Desde luego, EEUU ha pasado por una década de guerra. Los estadounidenses, comprensiblemente, quieren que nos concentremos en reconstruir nuestra economía aquí y poner a la gente a trabajar. Y os aseguro que nadie está más  cansado de la guerra que yo»], que insistió en que la decisión sobre Siria no está tomada aún.

Sea como fuere, una operación militar inminente, fugaz y con objetivos concretos que, en ningún caso, derivaría en el derrocamiento de Assad, hoy ya no parece tan urgente. Los inspectores de la ONU, que han concluido su trabajo sobre el terreno, hará públicas sus conclusiones en dos semanas. Mientras tanto, conviene tener en cuenta:

  • EEUU inició la guerra de Afganistán (2001), apoyado por la comunidad internacional, y se embarcó en la guerra de Irak (2003), con la contestación de una parte de Occidente que no creyó la justificación del ataque. Desde entonces, ha visto perder su legitimidad, en buena medida por la proyección de una imagen de matonismo impropia de la superpotencia que salió vencedora de la Guerra Fría. De ahí que Washington haya trabajado desde entonces en recuperar cierto predicamento con la conciliación con el mundo árabe [y de nuevo hay que recordar los primeros pasos de Barak Obama en la Casa Blanca], con quien fue de la mano en la intervención y derrocamiento de Gadafi en Libia. Obama estaría intentando conseguir algo similar en estos momentos, para rebajar una interpretación neocolonial de una intervención sobre Oriente Medio.
  • EEUU hoy aparece unido a Francia, su «aliado más antiguo», según Kerry, que recuerda de esta forma el apoyo dispensado por París a las colonias durante la Guerra de Independencia contra Inglaterra (1775-1783). Desconocemos el efecto de esta declaración en Reino Unido, su más firme aliado en Europa a lo largo del siglo XX y el XXI.
  • La guerra de Siria lleva en marcha más de dos años, de manera que resulta más que razonable preguntarse qué ha cambiado para que, en este momento, se justifique un ataque sobre el país por aire y mar (según filtraciones a medios estadounidenses)
  • Esta duda, sumada a los efectos indirectos que pudiera tener la intervención en una zona que, una vez más, aparece como un polvorín, explican las reticencias de países que no tienen intereses directos en la zona. Ésta, por cierto, fue la reflexión que se difundió desde EEUU tras conocerse lo ocurrido en Londres: el país actuará conforme a sus intereses y valores [lo que engarza con la idea de ‘excepcionalidad americana’ que ha regido las relaciones internacionales del país, con una interpretación sui generis durante la etapa neocon, mucho más dispuesta a la intervención].
  • La falta de objetivos también explican el desinterés de una ciudadanía más preocupada por sus problemas internos, sobre todo los que tienen que ver con la crisis económica y sus efectos en la vida cotidiana. Así, asuntos geoestratégicos como la importancia de Siria en el tablero de Oriente Medio y/o el diseño del mundo a corto plazo para abastecerse de energía resultan irrelevantes para una población más preocupada por las cifras del paro o por conservar los derechos adquiridos en pleno derribo del Estado de bienestar occidental.
  • Dos décadas después de las guerras en la antigua Yugoslavia, la UE confirma su incapacidad para mostrar una posición común como actor internacional capaz de actuar en bloque. En la crisis siria, como antes en el golpe de Estado de Egipto o Libia, vuelve a replegarse a los intereses nacionales de los Estados miembros, a los que ofrece cobertura con su silencio. Europa vuelve a renunciar a su influencia en el mundo, sobre todo en un momento en el que la baza económica sigue sin funcionar como debiera.
  • La crisis siria se suma a un elenco de cambios en el mundo musulmán, con revueltas frustradas (Egipto, Túnez, Yemen) que se convierten en conflictos internos (Siria) y protestas que irrumpen en los medios para luego desaparecer (Turquía). Así, el planteamiento de estos cambios como procesos de revoluciones y contrarrevoluciones, en tan corto periodo de tiempo, ahonda en la tesis convenientemente difundidas por los think tanks occidentales sobre la imposibilidad de combinar Islam y democracia (liberal), lo que justifica el abandono de esta zona geográfica a su suerte.

Parece claro que habrá una intervención de una coalición de países comandados por EEUU y Francia y que sólo se registran dudas en torno a cuándo y de qué forma se producirá. Es más que probable que Barak Obama intente conseguir apoyos de otros actores relevantes de la comunidad internacional, a cuyos mandatarios verá en la Cumbre del G-20 que se celebra esta semana en San Petersburgo. En esta línea, no se descarta el intento de arañar algún compromiso por parte de Rusia, país amigo del régimen de Al Assad, aunque habrá que ver qué pieza se cobra el Kremlin en la negociación.

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Politóloga y periodista en transición
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